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Artículo de opinión de Martín Garrido Melero

1. Utilidades. Si se coge un pelo del rabo del asno mientras está cubriendo a una burra, y se lo cuelga un hombre sobre sí, tendrá erección. Sabio consejo que encontramos en un libro del que luego hablaremos. Veamos algunos otros consejos que nos pueden ser útiles para ver la manera en que los animales pueden mejorar nuestras relaciones sexuales y amorosas.

Los testículos de ternero, cuando se secan y trituran, y se bebe de ello, estimulan sexualmente y vigorizan para el coito.

El excremento de zorro, cuando se aplasta y disuelve en aceite de rosas, y se unta con ello el pene, aumenta el deseo y ayuda a la fecundación.

“El celebro de leopardo, mezclado con aceite de lirio y untado en el sexo del hombre activa el coito”.

2. El autor. Estas frases se encuentra en un códice, bellamente miniado con dibujos de diversos animales, que se encuentra actualmente en la Biblioteca Real de El Escorial. Fue escrito en 1354 por Ibn al-Durayhim al-Mawsili (su nombre reducido porque el completo es excesivamente largo como se acostumbraba en la época). La importancia que dio en su día Felipe II a los estudios árabes llevó a que este códice llegase a El Escorial, donde se conserva actualmente, sin que fuese destruido en el incendio ocurrido en 1671 como así ocurrió con otros muchos manuscritos.

El autor, del que realmente no se conoce mucho, fue físico, naturalista, gramático y profesor de la mezquita omeya de Damasco. Se sabe que nació en Mosul (actualmente Irak), que vivió en Alepo y en Damasco, donde como decimos fue profesor, y que con toda probabilidad vivió en El Cairo, lugar en que algunos investigadores suponen que fue escrito y miniado este libro. Se sabe también que murió cuando se dirigía a Abisinia y que la obra la escribió a la edad de cuarenta y dos años.

La época en que vivió el autor vino marcada por la profunda depresión que supuso para los musulmanes la toma de Bagdad por los mongoles y el cataclismo que supuso este hecho en Oriente Medio. Es también el tiempo en que los mamelucos evitaron que el desastre fuera mayor y consiguieron mantener la estabilidad en el área. Parece que nuestro autor vivió en la corte del sultán Hasán, de quien todavía se conserva su mezquita en  El Cairo, conocido por su afición a las Artes.

3. El libro. La utilidad del hombre. El libro comienza con la utilidad del hombre y de los otros animales (animales domésticos, animales salvajes correspondientes a los domésticos comestibles, animales depredadores, domésticos y salvajes, aves domésticas y salvajes de carnes comestibles, aves de presa y otros animales no comestibles, animales voladores que no tienen sangre, peces y animales acuáticos y finalmente reptiles y animales que reptan).

El libro recoge nociones sobre psicología animal, siendo en el fondo una mezcla entre bestiario y tratado mágico-medicinal. Se ha dicho que las ciencias naturales, la filosofía y la medicina, en el fondo, eran distintas facetas de una misma cualidad humana: el conocimiento. “Los médicos eran, a la vez, traductores y entendidos en arte y ciencias del lenguaje” (Ruíz Bravo-Villasante).

Desgraciadamente las páginas dedicadas al hombre, que son las primeras, están cortadas y solo se han conservado algunos trozos, pero ponen de manifiesto que la contraposición hombre/animales solo es fruto de nuestra cultura moderna europea y no fue en absoluto seguida por la cultura musulmana que veía una continuidad entre todas las especies y el propio hombre:

“La calavera humana, vieja, cuando se encierra en un palomar, aumenta su descendencia. Su saliva sirve para la mordedura del reptil, para los herpes y para las verrugas si se unta sobre ellas antes de comer, y quita también las marcas negras”.

Y quizás como premonición a su muerte nos descubre: “si se hace aspirar por la nariz la leche de una abisinia que esté dando de mamar a su hijo, con algo de aceite de lirio, va bien contra la parálisis bucal y la hemiplejía”.

Pero las partes del ser humano tienen muchas otras utilidades:

“el semen humano cuando se unta sobre la culebrilla y los herpes, los cura y van bien para la gota cuando la gente se unta con ella“.

 “el excremento humano cuando se pulveriza y se mezcla con ruda seca, y se desparrama sobre la gangrena la cura. Y si se insufla en la garganta de quien tiene anginas, lo cura”.

Todos los animales, igual que el hombre, son útiles para combatir diversas enfermedades o padecimientos y para conseguir determinados efectos beneficiosos. Mejorar las relaciones sexuales, e incluso amorosas, forman parte también de los consejos de este curioso libro.

4. Antecedentes.

La época de nuestro autor es una época en que se pretende recopilar todo el saber anterior, quizás para reivindicar los altos niveles que había alcanzado la cultura árabe con los omeyas y con los abasíes. Es en cierta manera una época manierista, que ya ha perdido la potencia anterior pero que es capaz de producir obras notables, como la que es objeto de este comentario.

Libros sobre temática similar a la de nuestro autor, y en los que seguramente se inspiró, se encuentran en la tradición árabe. Los libros armonizaban las creencias populares, con las grandes obras de los pensadores clásicos (Galeno, Aristóteles, Dioscórides), y la experiencia proporcionada por la práctica.

Hay dos hechos importantes que dieron lugar a que la cultura clásica y bizantina pasase al Islam: el cierre de la Escuela cristiana de Edesa (actualmente en Turquía) a finales del siglo V; y sobre todo, la persecución por Justiniano de los seguidores del obispo declarado hereje Nestorio (los nestorianos) en el siglo VI, que tuvieron que exiliarse y encontraron refugio con los persas y posteriormente con los árabes, llevando con ellos sus libros griegos, que fueron traducidos a ambos idiomas. De hecho los nestorianos se trasladaron por toda la Ruta de la Seda y llegaron hasta los confines de China, donde todavía pueden encontrarse restos suyos.

Los expertos señalan que el texto de nuestro autor debió basarse, aunque no los menciona, en las aportaciones científicas de la familia Bajtisu. El primero conocido fue un médico nestoriano del siglo VIII que escribió una extensa obra (“Libro de la descripción de los animales y sus utilidades”). El segundo, todavía mucho más conocido, fue también médico nestoriano en la corte de Bagdad entre finales del siglo X y comienzos del siglo XI, es decir en la época de mayor esplendor de la cultura árabe.

Los antecedentes de las miniaturas pueden encontrarse en diversos libros. Uno se encuentra en la Pierpont Morgan de Nueva York (“Libro de Utilidad de los animales”) realizado en Maragag en 1294, norte de Irán, con miniaturas mesopotámicas pero con motivos mongoles e incluso chinos, que pudo servir de referencia al que es objeto de nuestro comentario. Otro códice miniado con dibujos de animales se encuentra en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, en cual se recogen algunos fragmentos de la monumental obra de Al-Gahiz, que nació en Basora en el año 767 y murió en la misma ciudad en 868, considerada el primer texto fundamental de la zoología árabe, anticipando los comentarios del persa Avicena sobre las obras biológicas de Aristóteles, fundamentales para la cultura occidental. El libro de Milán es también un códice miniado de mediados del siglo XIV, de tradición siria y mameluca, pero cuyas espectaculares miniaturas difieren de las que se encuentran en el Escorial.

5. La utilidad sexual de los animales para influir en el amor.

La utilidad sexual de los animales es una de las utilidades que se reiteran con más frecuencia en nuestro códice. No se pretende únicamente una mejor relación física, sino también conseguir una mayor atracción psicológica. Veamos algunos otros ejemplos.

Así de la vesícula del lobo se dice: “Cuando el hombre se unta con ella una ceja, y pasa por delante una mujer, ella le ama intensamente. Y si se disuelve en miel, y agua, y se unta con ello el hombre su pene, en el momento del coito, la mujer le ama intensamente”. Y su testículo derecho presenta una notable utilidad: “cuando se tritura y mezcla con aceite, y lo lleva puesto una mujer en un copo de lana, le corta el deseo del coito, aunque fuese la más adúltera de la tierra”.

Del testículo del oso se señala su poder de sugestión: “cuando se parte, se seca, se disuelve en aceite de sésamo y frota con ello el hombre el corazón de una mujer, es un amuleto para ella respecto a los hombres, para que no se le acerque ninguno sino él.”Igual que el testículo de la hiena: “Y si se seca y machaca, y se disuelve en aceite de sésamo, y el hombre se unta con ello el pene, y se une a una mujer, -esta ya no quiere a nadie más que a él y nadie puede con ella sino él”.

Del corazón del búho se puede obtener información: “Cuando se coloca su corazón sobre el corazón de una mujer cuando esta durmiendo, ella divaga, y contando todo lo que ha hecho; y lo que no ha hecho, cuando se le quita”.

Sabios consejos. Nuestro autor escribe que en muchos casos ha comprobado directamente dichas utilidades. ¿Seguirán siendo todavía válidos?

De este libro, muy poco conocido, a diferencia del existente en Nueva York y en Milán, se hizo en 1990 una cuidada edición facsimilar, que permite observar con detalle la bellísima caligrafía árabe junto con las preciosas miniaturas de los diversos animales. Uno de esos escasos ejemplares llegó hace un tiempo a la colección del Forn de Altafulla.