Artículo de opinión de Martín Garrido Melero
Pocas veces se descubren extraordinarios libros perdidos durante siglos. Pocas veces tenemos la oportunidad de poder verlos “casi en original”. Menos que esto ocurra en Altafulla. Esto fue lo que sucedió con el llamado “Beato de Ginebra”, un libro perdido durante mil años y encontrado por azar hace solo unos años. Pero antes de dar cuenta de este acontecimiento tenemos que retroceder en el tiempo y hacer algo de historia y algunas preguntas.
¿Qué mensaje ocultan los cuatro jinetes del Apocalipsis? ¿Nos revela el final del mundo? ¿Mil años es un número simbólico? ¿Hay parecidos entre nuestra época de los dos mil y la del año mil, tan bien representada en la película “El Séptimo Sello” de Bergman? ¿Qué son los Beatos? ¿Qué nos descubren sus miniaturas?
- Un texto misterioso.
El texto que trascribiré a continuación lo leí hace ya más de treinta años, un texto que me indujo a seguir leyendo siempre en busca de más significados, y al mismo tiempo un texto que cuando lo releo, como ahora, me doy cuenta que no es necesaria más explicación porque todo está ahí.
Les prevengo: si ustedes comienzan a leerlo y necesitan saber más, estarán empezando a infectarse de un virus que les durará toda la vida. El mismo virus que afectó al escritor italiano Umberto Eco, recientemente fallecido, y que el trasladó a Gerardo de Burgos, el bibliotecario y asesino de la abadía de “El nombre de la Rosa“.

Un fragmento de la película “El nombre de la Rosa” de Umberto Eco.
Y ahora sigue el texto que les indicaba:
“Al comenzar, tengo que manifestar mi emoción al enfrentarme con el libro más misterioso y terrible de cuantos se han escrito. Y a la vez interpretado por el arte más exasperado y elemental, con todos los fuegos y desmesuramientos expresivos que es capaz de representar una imaginación milenarista, servidora del texto apocalíptico. Pocas veces se ha dado una fusión más entrañable entre un tema y su ilustración. Colores ardientes, alineaciones simples, expresiones enloquecidas, plagados con regularidad sideral. Y ello afincado en las raíces creadoras de la raza, expresando una pasión, unas veces gloriosas y otras tenebrosas. Creando a la vez el Aleluya más radiante y el infierno con el diablo como un monstruo donde se reúnen todas las fealdades. Y siempre con tonos ígneos, febriles, sin más luz que la que brota de esos focos arrebatados en los vestidos, en los fondos sin perspectiva. Todo evidente, precipitado sobre los ojos y el alma. No hay posibilidad de interpretación porque las miniaturas están ahí, con la misma calentura que el texto que ilustran. Hay que limitarse a mostrarlas, dejando que sea la voz de San Juan en Pathmos la que hable por ellas”.
Así comienza el profesor José Camón Aznar su artículo llamado “El arte en los Beatos y el Códice de Gerona” con ocasión de la reproducción de un libro que se encuentra en la Catedral de Gerona y que lleva ese nombre. Se acababan de cumplir los mil años desde la fecha en que los historiadores consideran que fue escrito.
- Pathmos y Juan.
Pathmos es una pequeña isla griega junto a la costa turca. Decir que es bonita es una obviedad porque todas las islas griegas lo son, pero Pathmos tiene una especial relevancia. El paseo desde el puerto hasta lo alto de la montaña es, sobre todo si se hace a una buena hora, relajante. Nos dejamos llegar por los colores vivos del cielo, del mar y de la tierra. En lo alto se encuentra el gran Monasterio de San Juan, de época relativamente reciente, pero a medio camino hay una cueva en donde la tradición dice que se escribió el Apocalipsis. El último libro de la Biblia, de cuyo texto e imágenes se han servido escritores, poetas y pintores durante siglos, hasta como hemos visto el propio Umberto Eco que fue un enamorado de esta obra, o Blasco Ibáñez con sus cuatro jinetes del Apocalipsis, o el mismo Picasso.
Del Apocalipsis escrito en esa cueva de Pathmos hay muchas dudas. No se sabe si su escritor es el mismo que escribió el Evangelio de San Juan; y ni siquiera estamos seguros si fue escrito por una sola persona o por varias. ¿Hubo un Juan o varios Juanes? Aunque ahora forma parte de los libros sagrados de los cristianos, que expresan la palabra de Dios, no siempre fue así y durante varios siglos se discutió si debía ser considerado como tal.
Si algo tiene el Apocalipsis, que en el fondo fue un género, es que después de leerlo no sabemos que nos quiere decir y, al mismo tiempo, intuimos que se nos quiere revelar un misterio. El libro siempre ha atraído a los creyentes, pero también a los no creyentes por esa realidad oculta. De ahí que desde sus comienzos diversas personas intentaron darnos con sus comentarios las claves para descubrir el significado. Victorino de Pettau lo comentó por primera vez en Occidente en el año 303; mientras que Andrés, obispo de Cesarea, lo comenta en el siglo VI en Oriente. Después de ellos hubo muchos otros comentaristas hasta llegar al que motiva este artículo: Beato de Liébana.

Cueva en la isla de Patmos (Grecia) donde, segun la tradición. se escribió el Apocalipsis.
- Beato de Liébana. Un comentarista.
En algún lugar del valle de Liébana (Santander) nació a principios del siglo VIII un niño que fue bautizado con el nombre latino de Beatus (nombre que ya no se utiliza como tal y que corresponde al castellano Beato). Ingresó en el Monasterio de San Martín del Valle de Liébana y allí se hizo presbítero y llegó a ser abad y capellán de Osinda, mujer de Silo y Rey de Oviedo.
Estamos en una época en que los musulmanes dominan toda la península con excepción de pequeñas zonas de los Pirineos, una de ellas el Reino de Asturias, al que pertenecía el Valle de Liébana. En el resto de la Hispania, primero romana y luego visigoda, siguen viviendo los cristianos, quienes mantienen su religión, su derecho y sus costumbres, aunque han de pagar unos tributos complementarios que no gravan a los que pertenecen al Islam. Toledo sigue siendo el centro de la autoridad eclesiástica y en la época de Beato la sede catedralicia está ocupada por el arzobispo Elipando.
En la historia de la Iglesia Beato es conocido por su opúsculo llamado Tratado Apologético (785) en el que junto con su discípulo Eterio se enfrentan a Elipando y a Félix, obispo de la Seo de Urgell, a los que consideraban que se habían dejado llevar por el ambiente musulmán circundante y consideraban que Cristo era hijo adoptivo de Dios, una relación muy parecida a la de Mahoma y Alá, que les acercaba a una secta cristiana herética (donatistas). La controversia acaba muy mal, con Beato excomulgado y con una frase lapidaria “¿Desde cuándo se ha visto que los de Liébana vengan a enseñar a los de Toledo?”. Pero hace mucho tiempo que la disputa quedó olvidada y con ello hubiera sido desconocido Beato, que acabó ganando al final al propio arzobispo de Toledo en su interpretación bíblica.
En la misma época Beato se dedicó a leer todos los comentarios que pudo conseguir sobre el Apocalipsis de San Juan, que habían sido realizados con anterioridad, y a trascribirlos en parte en unos nuevos Comentarios propios. Una prueba que el mundo del Alto Medioevo no era tan cerrado como se ha pretendido posteriormente y que existía relaciones entre los diversos pueblos, bibliotecas y monjes. Los investigadores afirman que los Comentarios de Beato no tienen un gran valor, porque se trata de extractos de libros anteriores, aunque en algún caso son importantes porque se ha perdido el libro copiado. Se sabe que redactó tres versiones (en una de ellas también incluía los comentarios al libro de Daniel). Ninguna de las tres se ha conservado y todo lo que sabemos es debido a las copias que se hicieron en los ocho siglos posteriores.
Comentarios al Apocalipsis de San Juan existieron en otras partes de la Europa Medieval, pero “Los Beatos” forman una colección propia y superior a los otros.
- Un Best-seller medieval. Copias miniadas.
Los historiadores saben que con toda probabilidad alguno de los tres textos redactados por Beato llevaba ilustraciones o miniaturas, pero todo se ha perdido.

Beatus de Liébana, códice de Gerona.
Después de Beato, la lectura del Apocalipsis y la interpretación de sus imágenes transpuestas en miniaturas se convirtió en un fenómeno cultural y social, que no solo tuvo lugar en la Hispania sino también en todo el Occidente cristiano. Todos querían tener un ejemplar del Beato para ser leído. Todos los monasterios, abadías y los reyes querían poseer el libro, pero sólo unos pocos podían hacerlo. Es posible que este furor, que convirtió a la obra en un “best-seller”, viniese fomentado por la obligación impuesta a los monjes de leer el Apocalipsis por un Concilio de Toledo, y también en cierta forma, por un corriente milenarista o de fin del mundo, que tanto provocaba el texto juanino.
En una época en que no existía la imprenta, una copia sólo podía ser efectuada a mano teniendo a su vez a la vista otra copia anterior. Copias de copias. Estos son lo que hoy conocemos como “los Beatos”.
Hasta el último descubrimiento, el denominado “Beato de Ginebra” que motiva este escrito, los investigadores habían señalado que existen rastros de 29 Beatos, que van desde el siglo X al XVI. Algunos están completos, otros han sufrido cortes diversos, y en algunos casos se trata de una hoja (como los que hay en Montserrat o en Santo Domingo de Silos). Solo 21 llevan miniaturas.
Las copias conservadas, convertidos a su vez en verdaderos originales, se encuentran repartidas por todo el mundo. Dos se encuentran en la librería Pierpont Morgan de Nueva York, que considera a uno de ellas como una de las joyas de su colección y que es exhibida a la entrada del museo; tres en la Biblioteca Nacional de Paris, dos en el Reino Unido, tres en Italia, uno en Berlín y otro en Lisboa. En España dos están en Cataluña (en la catedral de Girona y en la Seo de Urgell, quizás como recuerdo de su obispo Félix que se enfrentó a Beato), uno en la catedral del Burgo de Osma (de donde era obispo en el exilio Eterio, discípulo de Beato y coautor del opúsculo contra Elipando), otro en Valladolid, y unos cuantos en Madrid (repartidos entre el Escorial, la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico Nacional, la Biblioteca de la Real Academia de la Historia y el Museo Arqueológico). En un caso, el Beato fue divido en tres partes y repartido entre tres propietarios, que lo siguen manteniendo en la actualidad.
- Valor de las miniaturas de los Beatos.
Las miniaturas de las diferentes copias-originales de los Beatos no son iguales. En algunos casos muy diferentes, al corresponder a épocas y a personas muy distintas que quisieron reflejar su propia personalidad en su trabajo. Aunque la mayoría (incluso los que se conservan en Gerona y la Seo de Urgell) se realizaron en una zona muy reducida del noroeste de España, tres ejemplares se sabe que no fueron ejecutados en la península ibérica, aunque forman parte estilísticamente de “los Beatos”.
Para muchos autores la aportación de las miniaturas de los Beatos ha sido la gran aportación hispana a la historia del Arte: “quizá, por única vez en la historia ha sido España la que ha concentrado artísticamente un estado de ánimo general a todo Occidente. Hay en el siglo X, en todo el orbe católico, una preocupación apocalíptica: fue España la primera en sentir la necesidad de plasmar íntegramente estos ideales“, resume Camón Aznar.
En los Beatos, especialmente en los de la primera época o mozárabes, hay de todo. Un nuevo primitivismo que lo une con el arte expresionista de Picasso que puede observarse en su Guernica, que solo con verlo demuestra que el pintor tuvo que tener a la vista uno de los Beatos de la Biblioteca Nacional de Paris; un connubio del arte islámico y cristiano, que puede observarse en los ropajes y en los edificios; el descubrimiento del Diablo en todas sus formas como un ser repulsivo unido a la fealdad; las influencias de la miniatura siria, carolingia y copta, así como de la germánica, irlandesa y bizantina, pero adaptadas y renovadas en una verdadera expresión de creación artística como nunca se ha dado desde entonces. Incluso se ha afirmado que lo que da a los Beatos su singularidad, “su excepcional aportación a la historia del expresionismo en su impronta española. Su arte es quizás, antes que Goya y Picasso, la más auténtica y desembarazada manifestación del iberismo”
- Un nuevo renacer.
A finales del siglo XX, próximo a cumplirse el segundo milenio, la tecnología permite la reproducción de las viejas copias-originales en ejemplares casi idénticos. Se trata de verdaderas “falsificaciones” que pretenden dar a conocer al público el valor incalculable en la historia del Arte de “los Beatos”.

Beato de Ginebra.
Varias editoriales españolas se lanzan a la reproducción de “Los Beatos”, con una calidad que va aumentado con el paso del tiempo y que puede observarse contemplando los diversos ejemplares. Se trata de Edilán, que da el pistoletazo de salida con su reproducción del Beato de Girona al cumplirse los mil años de su escritura. Luego siguen otras como Moleiro en Barcelona, Patrimonio en Valencia, Testimonio en Madrid y Gil de Siloé en Burgos. En unos treinta años, gracias a estas editoriales, todos los Beatos que contienen miniaturas son reproducidas en ediciones limitadas, numeradas y certificadas.
Los Beatos vuelven a convertirse mil años después en un “best seller”, aunque también ahora como en su tiempo, limitado a un público reducido y generalmente ilustrado, que siente la pasión por conocer los secretos ocultos de uno de los libros más misteriosos del mundo.
Resulta curioso que uno de los elementos que hacen sugerente la lectura de los Beatos es que todo se ha acabado y está próximo el fin del mundo. El número mil (años) resulta un imán atrayente y esto puede explicar en parte la fiebre que comienza en el siglo X y que ha renacido a finales del XX. Para Pitágoras, el mil es el número de plenitud; Irineo identifica los mil con los días del Génesis y por eso asegura que el mundo durará seis mil años; pero San Jerónimo señala que todo se trata de una patraña. El milenarismo en cualquier caso cala en la sociedad y da lugar a movimientos contra la autoridad establecida y a un mesianismo que tiene muchos parecidos con los populismos actuales. El antes y el después, como el alfa y el omega del libro, se confunden. Todo se repite como en el Apocalipsis hasta la apertura del séptimo sello, que también retrató Bergman en una mítica película que lleva este nombre.
- El descubrimiento del siglo.
En el año 2007 la Congregación de los Misioneros de San Francisco de Sales dejó en depósito en la Biblioteca de Ginebra varios libros. Los bibliotecarios empezaron a catalogarlos. Por alguna razón desconocida en uno de los volúmenes entregados se habían encuadernados dos libros (primero una gramática de Prisciniano y a continuación un Beato). Se acababa de descubrir por un azar el último de “los Beatos” miniados, el número 22, que recibió el nombre del lugar del descubrimiento “Beato de Ginebra”. La prensa erudita lo consideró el descubrimiento del siglo.

¿Qué se esconde en ciertos libros escritos hace siglos? El artículo que estás leyendo desvela parte de los secretos.
Poco se conoce de este nuevo libro. Se sabe que se escribió en el siglo XI, que lo fue en una letra que se utilizaba en el sur y centro de Italia, que debió inspirarse en algún Beato que circuló transitoriamente por Italia o que fueron los monjes italianos los que se desplazaron a los monasterios del norte de España para su copia. Aunque se requiere una labor de investigación profunda parece que pudo tomar como uno de los modelos el Beato que se encuentra actualmente en la Catedral del Burgo de Osma. El mundo medieval, como decíamos antes, no era tan cerrado como se ha creído.
Cinco años después de su descubrimiento una editorial española radicada en Burgos, Gil de Siloé, consiguió los derechos para la reproducción de este ejemplar perdido, en una edición muy limitada, numerada y certificada notarialmente, que por gentileza de la editorial me correspondió hacerla.
Los trabajos de reproducción, que son largos y costosos, duraron varios años. Una vez terminados una copia idéntica al ejemplar perdido durante 1000 años del Beato pudo estar en manos del público. Pablo Molinero, amigo de hace más de treinta años y coeditor de Gil de Siloé, llevó a Altafulla un de esas copias, se abrió lentamente a la vista de un público reducido y entusiasmado, de lo que dio noticia la prensa, y pasó a formar parte de la colección de todos los Beatos miniados. Al mismo tiempo se firmó un acuerdo de colaboración e intercambio de libros con el Museo radicado en Burgos llamado Fadrique de Basilea, el único museo español dedicado al libro facsímil, para poder exhibir libros de este tipo en Altafulla.
¿Tenía el bibliotecario de “El nombre de la Rosa” el ejemplar perdido del Beato y le prendió fuego para que no descubriéramos sus misterios junto con la biblioteca? ¿O todavía se encuentra oculto en alguna pequeña biblioteca como el de Ginebra y un día será encontrado?