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Artículo de opinión de Martín Garrido Melero

Los editores de la editorial Gil de Siloé, especializada en la reproducción rigurosa y limitada de obras únicas, han seleccionado cinco libros muy distintos tanto en su temática como en su forma y procedencia para mostrarnos un universo cerrado y misterioso. En la anterior entrega, primera parte de este artículo, os hablamos de tres de ellos. Hoy os acercamos los dos que faltaban.

LE JARDINET DE L´ALME (El jardincillo del alma).

Aunque la publicidad lo ha considerado impropiamente un Libro de Horas, se trata realmente de un Devocionario, escrito en francés a mitad del siglo XVI. Una de las comentaristas del libro señala que “Lenormnand ha confeccionado un ejemplo del ocaso del libro manuscrito, de ahí en gran medida el valor de este Devocionario, el cual es el epígono de una tradición secular y noble. Cuando se contemplan sus páginas, nos damos cuenta de que encierra la belleza del canto del cisne” (Ruíz García).

El libro recopila oraciones para realizar en determinados momentos y circunstancias. Lleva por subtítulo “muy bien adornado y cultivado con varias oraciones bellas y provechosas. En honor del muy poderoso Dios y de su digna madre”. Así encontramos, entre otros, Oración a María madre de Dios, Los ocho versos de San Bernardo para pedir una buena y santa muerte, Oración a San Bernardo contra una muerte súbita, Por una persona enferma para rogar que obtenga la salud, Por un padre y una madre fallecidos, Contra la Tempestad, Contra la Peste.

Pero lo que dota de especial importancia a este libro es su carácter esotérico. La investigadora María José Vázquez de Parga comenta el libro desde una visión alquímica, empezando por el propio título que tendría relación con el Jardín de los Adeptos y por el propio autor que sería un Iniciado y quizás hasta un Adepto y cuyo nombre (Lenormnand) oculta su nombre verdadero, que realmente no conocemos.

Todas las miniaturas y filigranas del libro tienen un significado esotérico, que debe ser interpretado con los textos de los grandes alquimistas (Fulcanelli, El Caballero Desconocido, Bernardo Trevisano, Gastón de Claves, Louis d´Estissac). La primera página aparece un laberinto, símbolo del trabajo entero de la Obra, que Fulcanelli liga con el laberinto de Cnossos (denominado Absolum) y con la palabra Absolu (absoluto), que es el nombre con el cual los alquimistas antiguos denominaban a la piedra filosofal.

Dios Padre es el Espíritu Vital. La granada es la piedra filosofal que indica la calcinación filosófica (el fuego corporificado de esa sal roja que es el Azufre filosofal, escribía Fulcanelli). Las imágenes de pájaros representan la parte volátil en cualquier operación alquímica y el pez que aparece en nuestro manuscrito es símbolo de las diferentes fases de la Obra y también del laberinto. El cuervo y los insectos son representación de la negrura y de la putrefacción que Hermes Trismegisto relata en la Tabla Esmeraldina. Un gorro frigio es el símbolo del Adepto. El fénix es el trabajo entero del renacimiento que constituye la Gran Obra. La espada es el jeroglífico del fuego. La balanza se une al peso de la naturaleza de los esotéricos. El báculo representa el metal. La casa es el atanor o el horno en el que se realizan las combustiones necesarias en la Obra. La flor de lis tiene su equivalencia en la rosa hermética que indica que el Iniciado ha realizado la Obra y conseguido la Piedra. Dos rosas indican los dos Magisterios, la Obra Blanca y la Obra Roja. Una serpiente mordiéndose la cola, que aparece en el libro, es para Fulcanelli, el símbolo completo de la Obra alquímica. Una masa gris y rugosa dentro de una O (o una castaña) es el símbolo de la piedra filosofal.

Pero hasta el detalle más intrascendente tiene un significado alquímico. El rosario de siete cuentas de la imagen de San Abraham ermitaño representa las siete veces o las siete águilas de la sublimación, la unión íntima del azufre y del mercurio de la que hablaba Fulcanelli. El vaso de la imagen de María Magdalena es el recipiente hermético que contiene la materia esencial para la realización de la Obra, equivalente al huevo filosófico y al león verde. La piedra blanca que porta uno de los ángeles en un mano es uno de los dos estados definitivos de la piedra filosofal, mientras que el libro cerrado que lleva otro en la misma miniatura es la representación de la sustancia bruta. Una cesta en la imagen de la Adoración de los Reyes es equivalente según Fulcanelli a la Cista que llevaban los Cristóforos en las fiestas de las Bacanales y que contenía lo más misterioso. Tres dedos y tres pinchos de un ángel en la Anunciación son las tres reiteraciones que purifican el mercurio por el fuego y la sal. La oscuridad en la miniatura de San Domicio y Santa Ulfa puede representar la condensación del Espíritu Universal, alma de todas las cosas.

Todas las miniaturas, señala la investigadora Vázquez de Parga, tienen un significado hermético. La miniatura de San Cristóbal que lleva a un niño sería el jeroglífico del azufre solar (Jesús), del que porta el oro naciente. En la miniatura de Santa Bárbara están todos los símbolos (la casa o el horno, la cabeza del alquimista, la hormiga, el color verde y la rueda equivalente al tiempo necesario para la coacción de la piedra filosofal). La Oración a Santa Margarita tendría su sentido en que Fulcanelli llama a la piedra filosofal “margarita pretiosa”. En la miniatura de San Francisco (el que sabía el lenguaje de los pájaros) dos robles son alusiones a la lengua que hablaban los Druidas.

¿Pero quién fue el autor de esta obra) Vázquez de Parga insinúa que podría ser Jean Lallemant, que perteneció a la orden alquímica de los Caballeros de la Tabla Redonda, y de quien Fulcanelli escribe que debería ocupar un lugar alrededor del Santo Grial? En cualquier caso, la firma del autor se encuentra en la página 177 en la que aparece una cruz roja en el texto, que lo confirma como un Rosa-Cruz, el nivel máximo de sabiduría alcanzable por el Adepto.

TRACTATUS DE LUDO SCACORUM.

Todos los que hemos visitado Praga hemos recorrido el puente del Emperador Carlos IV que une las dos partes de la ciudad (la vieja y la nueva, construida por el mismo en 1348, al igual que la catedral de San Vito). En su época Bohemia se convierte en uno de los centros más importantes de Europa, un cruce de caminos entre Oriente y Occidente. Carlos IV dividió sus posesiones entre sus hijos y sus primos, correspondiendo a Wenceslao el Reino de Bohemia, siendo posteriormente sustituido en la corona por su hermano Segismundo III (1368-1437), célebre entre otros acontecimientos por haber sido derrotado por los turcos otomanos en la famosa batalla de Nicópolis, que anticiparía la caída posteriormente de Constantinopla.

A principios del siglo XIV el dominico Jacobo de Cesolis escribió uno de los libros más copiados en la Edad Media (“Liber de moribus hominum vel officiis nobilium sive super ludo scacchorum”) que comienza con las palabras del título. Se ha considerado el sermón de Cesolis como el más original y ocurrente de los que escribieron los dominicos, en el que tanto el tablero como las piezas, los movimientos y las estrategias del juego del ajedrez, están dotadas de una significación moral. El manuscrito original se ha perdido, pero existen unas trescientas copias diferentes.

Una versión muy reducida del sermón de Cesolis fue escrita por Paolino de Venecia también a principios del siglo XIV, político, obispo y escritor que fue embajador de Venecia y consejero del Rey de Nápoles. De este libro existen siete copias, una de las cuales se conoce como Códice Zelada, que es la que es objeto de nuestro comentario. Vázquez de Parga situó el origen de esta copia en la corte de Praga de Wenceslao IV, sin duda por ser el más famoso bibliófilo de Bohemia. Estudios más recientes llegan a la conclusión que fue realizado en Praga o en algún territorio bajo su influencia en tiempos de Segismundo III e iba destinado para alguna persona de su corte y realizado seguramente en la misma entre los años 1430-1440. No se conoce la autoría del escrito y de las miniaturas (inicialmente 16, aunque se ha perdido una) pero debieron trabajar dos personas distintas.

Los poseedores del libro durante varios siglos son desconocidos. En algún momento pasó a manos de Francesco Saverio Zelada, Bibliotecario de la Vaticana, a finales del siglo XVIII. A su muerte fue donado al cardenal arzobispo de Toledo Lorenzana, que lo cedió a la catedral de Toledo, y posteriormente, terminó en la Biblioteca Nacional de España.

Tanto el texto de Cesolis como el muy abreviado de Paolino se sirven del ajedrez para diseñar la distribución de las clases sociales, la función de cada una y los atributos. “En conjunto, Cesolis y Venecia, nos dejaron un retrato de la sociedad de su época impagable”, señala el investigador Pérez de Arriaga. Los peones representan a las diferentes clases de plebeyos. Asi el PTD (el peón torre de Dama) en el texto de Cesolis (no en el de Paolino) representa a los granujas, actores de teatro, cómicos, mendigos, trotamundos, gentes de mal vivir, ganapanes, bufones y jugadores, que si pierden su dinero, golfos, bandoleros, ladrones y traidores; en el PAR (el peón del Alfíl de Rey) se encuentran los escribanos, notarios, ,junto con los barberos, sastres, peluqueros, fundidores, tintoreros y otros; y en el PD (el peón de la dama) es el sitio de los médicos, boticarios, cirujanos y profesores de artes liberales. Por encima de los plebeyos están el Rey y la Dama, los alfiles (que son los asesores y jueces), los caballeros (“ya que vemos que en los actos del hombre para conseguir algo no sólo hace falta la razón que dirije como consejero sino también el valor irascible contra las adversidades que pueden surgir”, escribe Paulino de Venecia); y los roques (“ya que el rey no puede estar presente en todas las partes del reino envía legados y vicarios a los lugares más alejados”) que son las torres.

Las miniaturas del Códice representan a las distintas figuras del ajedrez, si bien las tres primeras se dedican al origen del juego y la configuración del tablero de ajedrez como una ciudad (Babilonia),y como un campo de batalla.

El libro del ajedrez de Alfonso X el Sabio fue el primer tratado de ajedrez de Occidente que se utilizó hasta que a finales del siglo XV un estudiante de la Universidad de Salamanca (Lucena) escribió un libro sobre el ajedrez, dando noticia de un nuevo sistema de juego, que denomina “de la Dama” en contraposición al anterior (“del viejo”).

Cien años después uno de los mayores jugadores de ajedrez de todos los tiempos (el extremeño Ruy López) concebía la partida del ajedrez como la representación simbólica de un campo de batalla, quedando obsoleta la alegoría de una ciudad feudal medieval o una alegoría para la predicación de la moral, como había pretendido fray Jacobo. “para un jugador de finales del siglo XV o principios del siglo XVI que practicase el ajedrez de la Dama, el sermón de Fray Jacobo era ya prácticamente ininteligible desde el punto de vista ajedrecístico”, recalca Joaquin Pérez de Arriaga en su monografía “Jacobo de Cesolis. Paolino de Venecia..Moral y ajedrez..Origen egipcio del ajedrez”.

El último capítulo de la versión reducida de Venecia, que es la que sigue el Códice de Praga, es un verdadero tratado de la guerra y de lo que debe hacerse antes de entrar en ella: deliberación reflexiva, ocultar la intención, investigación de lo que pretende el enemigo, el debido orden del movimiento, el mantenimiento de la disposición, restablecer una disposición firme. En el caso que el enemigo nos invada Paulino recoge sus consejos: comenzar a golpear a los enemigos en su parte más débil y en la que menos puedan defenderse, esperar el momento y la ocasión apropiada para defenderse. Y termina con un último consejo:

La tercera es el cambio útil y evitar lo inútil, de donde Octaviano Augusto afirmó que nunca debería emprenderse una guerra si la esperanza de los beneficios no fuera mayor que el peligro de la pérdida. Decía que los que obraban de otra manera eran como los que pescan con un anzuelo de oro, pus su gran pérdida no podría compensarse con la pesca de ningún pez”.

Italo Calvino atribuía a Kublai Kan la siguiente frase: “si cada ciudad es como una partida de ajedrez, el día que llegue a conocer sus reglas poseeré mi imperio, aunque jamás consiga conocer todas las ciudades que contiene”. Es lo mismo que pensaba Fray Jacobo y Paulino de Venecia.

El Museo del Libro Fadrique de Basilea posiblemente dejará la ciudad de Burgos para trasladarse a la villa de Covarrubias, muy cerca del Monasterio de Silos, lugares también misteriosos y emblemáticos de nuestro pasado.