El realismo mágico

Artículo de opinión de Mike González

En el prólogo de su extraordinaria novela El reino de este mundo, el gran escritor cubano Alejo Carpentier preguntó:

“¿Qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?”

Carpentier formaba parte del movimiento surrealista, que se jactaba de poner el mundo patas arriba en sus cuadros y escritos, escandalizando a los complacientes burgueses con la plancha con clavos del fotógrafo  Man Ray o la imagen de “un encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser en una mesa de operaciones de un quirófano”, de Isidore Ducasse. Carpentier decía que eso era mera “prestidigitación” – trucos y trampas literarios.

Lo real maravilloso, en cambio era otra cosa, era “una inesperada alteración de la realidad. Desde esa perspectiva, América Latina era un tiempo-espacio donde las leyes de la razón se vieron constantemente desafiadas. Allí estaban los buscadores de El Dorado, allí la abundante naturaleza era una fuerza viva, como en los cuadros del cubano Wilfredo Lam o la brasileña Tarsila do Amaral, que intervenía en la ida de los seres humanos. Y allí ocurrían reveses de la realidad – claro, no estamos hablando de lo material, sino del universo imaginario que habitamos todos. Y es allí donde se  encuentran vivencias distintas entre sí, historias disparejas, de unos colectivos contradictorios.

Es Gabriel García Márquez, sin embargo, cuyo “realismo mágico” ha conquistado a los lectores del mundo. La mayor parte de su obra se ubica en un mundo por él creado que se llama Macondo. Macondo existe en dos dimensiones. En el tiempo sigue la historia conocida de América Latina. Pero avanza en un movimiento circular – como dice la narradora Úrsula Buendía, en Cien años de soledad,  “el mundo da vueltas en redondo”, repitiéndose. El título de la obra maestra de Márquez, da la pauta de esa historia, trágica en muchos sentidos, repetida en múltiples explotaciones, hecha y deshecha por invasores e imperios.

Y, sin embargo, la tragedia sufre una metamorfosis al recrearse en la imaginación popular, donde la historia sigue otro ritmo y se hace y deshace una y otra vez. Lo “mágico” está en la capacidad para retrasar el camino de la Historia, con mayúscula, para rehacerla en base a la experiencia de los oprimidos, de las víctimas, burlándola y negándola.

En la novela de Carpentier, el líder de la primera rebelión de los esclavos  de Haití, Francois Mackandal, es condenado a la hoguera. Pero cuando los blancoss, los esclavistas, lo ven arder, la población negra baila y celebra, para consternación de los latifundistas. Porque ellos vieron a Mackandal escaparse de las llamas transformado en un pájaro. Igual pasó con el gran revolucionario mexicano Emiliano Zapata. Lo mataron en 1919, y sin embargo se le ha visto pasar en su caballo blanco por su provincia. Morelos, constantemente desde entonces, es su espíritu, quizás, pero ¡quién dirá que es menos real que el cadáver acribillado de 1919. Para su gente sigue vivo.

Cien años de soledad merece tomarse de la mano con El Quijote – son dos obras que cambiaron el mundo. Cuando Márquez habla de la magia, no es ni truco ni engaño. Quizás la palabra que correspondo es “mito”. pero los mitos no son ni mentiras ni metáforas. Son mensajes de una realidad alternativa que encarnan tanto las vivencias compartidas de una comunidad como sus sueños y aspiraciones. Por eso son más que historias – inspiran a los colectivos y al final niegan la historia única oficial – que es siempre le escrita por los conquistadores y los poderosos que se arrogan el derecho de escribir la Historia en mayúscula. Lo mítico es el otro cuento, que resume la experiencia del colectivo, que transforma la tragedia en heroísmo y que apunta a un futuro donde los primeros serán los últimos.