Article d’opinió de Jacobo Maleriro
He escuchado a dos hombres hablar sobre las Navidades y los planes de reunión familiar. Sus palabras tenían un fondo de resignación y cabreo porqué en ambos casos comentaban que en casa las comidas y cenas son nutridas de asistentes pero ya se ha hablado desde el gobierno de Catalunya de la más que segura prohibición de reuniones de más de 6 personas. Vamos, que les han arruinado también el final de un año que ya ha sido –y perdonen la expresión- de auténtica jodienda.
Este virus del Covid es el de la buena fe, sin duda alguna. Por qué… ¿alguien cree que en Navidad pasarán las fuerzas del orden, casa por casa, para controlar cuanta gente comparte mesa? En un país donde no se han controlado a las masas de personal insolidario haciendo fiestas en medio de la vía pública, donde se ha pasado de la permisividad a girarse de espaldas al problema del no cumplimiento de las medidas en terrazas de bares y restaurantes, en un país de pandereta como éste… ¿de verdad piensa alguien que se regulará algo en Nochevieja o los días navideños previos?
Esta pandemia es, desde el primer momento, la de la buena fe. Ha sido y sigue siendo la pandemia de las actitudes personales, del respeto hacia el prójimo, de la sensibilidad pensando en los demás, de la solidaridad más cercana en pro del conjunto final.
También está siendo una forma de descubrir que los gestores de nuestro país no sirven para nada más que poner la mano a final de mes. No es un problema de colores o de partidos, es un problema de personas y de ser personas que es aquello que no hemos visto hasta ahora en sus gestos.
Este virus de la buena fe merece una atención especial en ciertas profesiones. En primer lugar por la buena fe y la paciencia de los profesionales de la sanidad explotados y sin refuerzos necesarios porqué en España no se convocan plazas suficientes para los MIR y no se evita la fuga de profesionales médicos que se forman aquí para ganarse la vida en el extranjero. En segundo lugar por la labor realizada por las policías locales, por los cuerpos de seguridad autonómicos o los nacionales, por aquellos grandes profesionales como los bomberos, protección civil y muchos otros.
Pero sobretodo, por la buena fe que tendrá la gente que quiera cumplir con las normas establecidas que en muchos casos no se pueden controlar o no se controlan por pasividad, la excusa de la falta de recursos o para evitar poner más nerviosa a una población que no ha entendido todavía de donde ha llegado esta pandemia, si son realmente útiles las mascarillas, si los PCR determinan realmente nada o porque otros países vecinos donde no hay tanto rigor en las medidas tienen tantísimos casos menos que España. La buena fe de la gente es la que no han tenido los gestores de la situación.
Estas Navidades… hagan lo que les plazca, disfruten del momento y a vivir que son dos días y medio ya lo hemos pasado confinados en casa.